domingo, 30 de noviembre de 2008

¡Libertad!


Tras este grito han marchado desde ejércitos gloriosos a gentíos desarrapados y desorganizados. Esta palabra ha sido utilizada por políticos, por charlatanes y por tipos de toda catadura para inflamar a las masas y moverlas incluso a arriesgar sus vidas. Actualmente en la sociedad en que convivimos no es una reivindicación fundamental de casi nadie, ni movería a una multitud airada, ni urge restablecerla. Porque parece que ciertamente somos libres para hacer lo que queramos, siempre dentro de un marco legal que refrendó la población en sufragio universal. Nadie duda de que las cotas de libertad que ahora alcanzamos distan mucho de las existentes dentro de sociedades donde todavía existía la esclavitud, el “derecho divino” o, más recientemente, las dictaduras militares que todavía azotan el globo pero de las que la sociedad occidental parece haberse librado, esperemos que definitivamente.

Yo aquí de lo que quiero hablarles es de la libertad individual, de la concreta, de la suya y de la mía. Que esa no hay quien la garantice, que no sea uno mismo.

Siempre he desconfiado de las generalizaciones y las abstracciones difusas que suelen ser utilizadas por políticos, caudillos y otras gentes de pocos escrúpulos para mover a los pueblos a levantarse en armas contra el vecino porque no permitirán que el “enemigo” entre en su casa a empujones, viole a su hermana, le quite el mando de la televisión y sintonice Al-yazira. El cabrón.

Porque el truco siempre se repite. Cogemos sentimientos individuales y únicos que uno alberga en sus entretelas por su padre, su abuela o su perro. Alguien se da cuenta de eso, normalmente un publicista o jefe de campaña (que para el caso es lo mismo) y lo utiliza sin empacho para manipularte a ti y a tu vecino, cuantos más mejor y además os podéis reforzar unos a otros que para eso hacemos grupo, equipo y polaco el que no bote. Así nos explicamos que por algo tan abstracto como la palabra “patria”, “democracia” o “libertad” corran miles de personas a asesinar a otras que curiosamente suelen luchar por lo mismo, cuando lo que se juega normalmente en realidad son intereses económicos de pequeños grupos o de incluso una sola persona o familia.

He puesto el ejemplo sangrante de las guerras, pero esto también se repite para manejar votaciones o la díscola voluntad de los consumidores y/o televidentes ¿Porqué se dará este mecanismo con tanta frecuencia y efectividad? Muchos pensadores han abordado el tema, como el psicoterapeuta Erich Fromm en su libro de título elocuente: “El miedo a la libertad”, o el filósofo Michel Foucault que nos explica en sus obras la tecnología del bio-poder en su ansia por doblegar voluntades. Por nuestra parte diremos que se percibe en el ser humano un conflicto, uno de tantos en los que estamos inmersos, entre el ansia de libertad y la desazón que nos produce cuando tenemos que decidir sin prórroga ni excusa. Es como si anheláramos salir del regazo del papá estado/jefe/administración pero con miedo a lo que nos pueda pasar sin su protección. Es un sentimiento que se palpaba claramente en los antiguos países comunistas, según me comentaban antiguos amigos oriundos del este. Imaginen, si pueden, un país poblado íntegramente por funcionarios, y se harán una idea.

Este conflicto se palpa en la misma naturaleza del concepto “libertad” del que se han ocupado filósofos y pensadores a los largo de los siglos intuyendo que en esto nos jugábamos nuestro destino y nuestra felicidad. No es un concepto extraño a nuestra cultura, nos lo enseñaron ya los trágicos griegos, el que uno es responsable de sus actos y de sus decisiones aunque intente desprenderse de esa responsabilidad con entusiasmo intentando culpar a las Parcas, responsables de los hilos del destino, o a los dioses juguetones. Ya nos mostraron que esto no funciona, el ciego Edipo o la testaruda Antígona, denunciando que más nos vale tener alguna conciencia de los que somos y detenernos un poco a ver qué hacemos con nosotros mismos y con los otros, porque nos encontraremos responsables de nuestros acto sin “obediencia debida” o “yo no sabía lo que hacía” que nos ampare. Esto se reflejará en nuestra vida, en cómo nos encontramos con nosotros mismos, en lo que los médicos ahora llaman “estado de ánimo”, poblando nuestro mundo de estrechos desfiladeros en los que repetiremos una y otra vez nuestros errores, guiados sólo por el temor y la soledad.

Pero dejemos por un momento a los griegos en las tinieblas del pasado y viajemos en el tiempo a los brillantes años actuales en los que estos peligros parecen haber quedado olvidados. Dado que la moderna tecnología puede “conectarnos” con amigos a cientos de kilómetros no se entiende la soledad y marginación que se encuentra en el núcleo de muchas de las llamadas “enfermedades mentales”, actualmente en auge en el mundo occidental. Dado que la tecnología ha creado “píldoras de la felicidad” que sacuden nuestros neurotransmisores con gran eficacia, no entendemos cómo la “depresión” ha pasado de ser un diagnostico casi anecdótico a ocupar categoría de plaga mundial en nuestro tiempo. ¿No será que algo se nos escapa de entre los dedos entre tanta maravilla tecnológica? ¿Nos habremos olvidado algo? ¿Y qué demonios tiene que ver esto con la libertad?

Pues, me explico, el tema es atemporal y existirá mientras existan seres que puedan llamarse a sí mismo humanos. Desde siempre se ha sabido que cargamos con las consecuencias de nuestras decisiones, sin apelativos ni atenuantes. Ya los estoicos nos hablan de cómo arraigan los vicios en nuestra alma doblegando nuestra voluntad y haciéndonos esclavos de nuestras pasiones. Ya los budistas daban hace cientos de años el nombre de karma al peso de la historia que nos vamos fabricando con nuestras acciones. ¿Somos responsables entonces de nuestra historia? Mucho, y cada vez más conforme pasan los años y tenemos oportunidad de jugar nuestras cartas por muy malas que parecieran de partida.

Las ciencias que estudian el psiquismo humano desde el punto de vista de las conductas, las cogniciones o incluso el soporte cerebral intentan cercar este margen de maniobra con explicaciones deterministas que alivian a los crédulos. Actualmente los genes son la moda, antes lo fue la familia, los traumas infantiles y anteriormente el tamaño y forma de la cabeza (si, aunque ya mueva a risa, la frenología tuvo gran popularidad durante casi todo el siglo XIX). Lo que sea con tal de no parar un segundo en esta carrera hacia la muerte que es la vida, y plantearnos por un instante qué hago con ella, porqué lloro siempre, porqué me duele tanto la espalda (a lo mejor hay que tirar el colchón, o cambiar al compañero/a de cama…), porqué a pesar de no ser feliz no cambio nada…a lo mejor la respuesta que demandamos a los médicos con tanto ahínco sólo puede obtenerse de reflexionar sobre qué hacemos, qué vida llevamos, cuanto hace que no compartimos buenos momentos, o reímos juntos o nos fijamos en lo tensos que estamos siempre y si siempre fueron así las cosas.

¿Cómo pretendemos que otros nos den cuenta y nos expliquen nuestras circunstancias, temores y esperanzas, cuando sólo uno mismo está en condiciones de hacer eso? Tan importante son los otros para el ser humano que sin sus cuidados cuando es recién nacido muere, aunque tenga comida y cuidados, sin cariño y contacto morimos. Necesitamos a los otros, de su energía, de su cariño, de sus opiniones y también necesitamos que crean en nosotros. Pero para forjarnos la vida hay puntos, quizás minúsculo, pequeños momentos, en que vamos decidiéndola, construyéndonos y en esto, al fin, estamos sólo con nosotros mismos. Son momentos en que podemos traicionarnos a nosotros mismos, o perdernos o no decidir (que es también una decisión). En todo caso disfrutaremos de las consecuencias, esta es nuestra maldición y nuestro privilegio bíblico: el libre albedrío. Que aproveche.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

domingo, 23 de noviembre de 2008

Albert Bandura y el aprendizaje social



Albert Bandura, es un psicólogo Ucraniano-Canadiense de tendencia conductual-cognitiva, que nació 4 de diciembre de 1925 en Mundare (Canadá). Recibió su educación académica en una pequeña escuela elemental de su localidad con los mínimos recursos. Al finalizar el bachillerato, trabajó durante un verano asfaltando la autopista de Alaska en el Yukon. Completó su licenciatura en Psicología de la Universidad de Columbia Británica en 1949, para trasladarse posteriormente a la Universidad de Iowa en 1952. Allí conoció a Virginia Varns, una instructora de la escuela de enfermería, con la que se casó y tuvo dos hijas. Después de su graduación, asumió una candidatura para ocupar el post-doctorado en el Wichita Guidance Center en Wichita, Kansas. Más tarde, desarrolló gran parte de su carrera en la Universidad de Stanford, en donde se asoció al prestigioso investigador Walter Mischel.

Albert Bandura es famoso por su trabajo sobre la teoría de aprendizaje social y su concepción del Sociocognitivismo, así como por la postulación de la categoría de autoeficacia. Se lo conoce particularmente por el experimento del "muñeco Bobo", en que refleja con acierto el comportamiento agresivo de los niños. Éste célebre experimento, consistía en mostrar una película a los niños de un guardería, en la que se observaba que una joven estudiante golpeando a un muñeco. El "muñeco bobo", era una criatura hinchable con forma de huevo y cierto peso en su base, que hacía que se tambalease sin caerse cuando era agredido. La joven pegaba al muñeco, lo insultaba, se sentaba encima de él, le daba con un martillo, mientras le gritaba todo tipo de insultos. En el experimento, Bandura ofrecía el jueguete a los niños para que jugaran con él, después de ver la película. Sorprendentemente, durante el juego, se evidenciaba que los niños imitaban las accones de la joven en la película, con enorme precisión en los actos y comportamientos.

El experimento de Bandura ofreció en su momento una reflexión de suma importancia respecto a la agresividad humana, desde una perspectiva cognitivo-conductual. Los niños, reprodujeron con su conducta lo que habían observado previamente, pues habían cambiado su comportamiento sin que existiera inicialmente un refuerzo dirigido a priorizar dicho comportamiento en detrimento de otro quizá más lúdico o lucrativo. Ésta circustancia, contradecía en cierto modo las clásicas premisas de Skinner o Paulov, obsesionadas por interpretar la conducta únicamente a partir de la existencia de reforzantes (negativo o positivo) o reflejos condicionados. Bandura llamó al fenómeno "aprendizaje por la observación o modelado" y elaboró una compleja teoría, actualmente reconocida como "la teoría social del aprendizaje".

miércoles, 19 de noviembre de 2008

¿QUÉ ES UN MANICOMIO?


Les quiero hoy hablar de algo que pertenece al ámbito de la intimidad, al de la suya y al de la mía, que pertenece al secreto, a lo que desde lo implacable de lo cotidiano nos conforma y determina nuestros destinos.

Es un tema crucial por más que podamos ignorarlo mientras con cada una de nuestras decisiones vamos construyendo y padeciendo lo que somos.

Pero no nos precipitemos. ¿Se han preguntado alguna vez los aquí presentes trabajadores y usuarios de la “salud mental”: Qué es un manicomio? En los libros de historia del futuro podrá leerse: El manicomio fue abolido en las últimas décadas del siglo XX en el mundo occidental como forma de abordar la patología mental, a favor de formas más evolucionadas de integración y tratamiento en la comunidad? ¿Es el manicomio un edificio, unos muros, una actitud, unos planes de salud, unas correas, una forma de tratar al otro? ¿Todo a la vez? ¿Nada de eso?

¿Qué es un manicomio? Cual es su esencia, su centro, lo que caracteriza a la estructura que sirvió por décadas como almacén de la insania y símbolo de marginación social.

Muchas veces cuesta la reflexión ante lo que damos por sentado, lo obvio. Así se explica la tendencia a soslayar el meollo del asunto una y otra vez, entreteniéndonos en lo accidental. Aunque merece la pena el esfuerzo si nos jugamos en esto la sustancia de lo que hacemos y somos en nuestra labor diaria, y por tanto, en gran medida, en nuestra vida. Y precisamente a esto nos queremos referir en este texto, a algo que creemos fundamental en nuestra labor: Que la práctica del cuidado y tratamiento en salud mental es ante todo una cuestión ética individual.

Ya pueden borrar, obviar, soslayar, posponer, relegar, postergar, olvidar o arrinconar esto en sus mentes tan pronto como lo he dicho, será de lo más normal dado el grado de alienación en que estamos inmersos, pero eso no aliviará ni un ápice de nuestra responsabilidad en configurarnos como un tipo de profesional u otro, esto es, un tipo de persona u otra.

Esta es la clave del tema que les traigo. A lo largo de los años, de las décadas, el manicomio ha sido muros y correas pero sobretodo ha sido una mirada al loco. Esta mirada conlleva la angustia ante nuestra locura consustancial, hacia nuestra inconsistencia y junto con ello la desesperanza reflejada en el nihilismo terapéutico. Ante esto nos defendemos objetivando al sujeto inquietante, lo usamos para tranquilizarnos y así mantener la ilusión de normalidad.

Los muros cayeron en nuestro medio más inmediato, por lo menos los muros pagados directamente con dinero público, pero: ¿Es posible derribar de la misma manera la marginación, el miedo, el uso del otro enloquecido, ahora trastorno mental severo, también actualmente denominado de forma paradójica “usuario” de salud mental?

El contexto es ahora más amable, las intenciones enunciadas… inmejorables. Pero, ¿se adaptan planes y recursos comunitarios a nuestros pacientes/usuarios en su realidad considerando que en la base de sus sufrimientos se encuentra la dificultad para conectarse al orden social, a la realidad consensuada, a los semejantes con sus anhelos y neuróticas ansiedades? ¿Respetan nuestros entusiastas propósitos rehabilitadores los tiempos los espacios o los deseos del paciente/usuario enfrentado a una realidad que vive como intolerable?

Las buenas intenciones siempre han sido peligrosas, pues mantienen su brillante cáscara mientras las oradan intereses más cotidianos, más vulgares y mezquinos y sin duda más humanos.

Este es el campo de batalla que señalamos, este es el momento: el momento del exceso de fuerza en una contención, esa decisión impuesta por nuestro propio miedo, aquel familiar del que simplemente nos defendimos por no saber decir no puedo o no sé…. Tomar conciencia, hacer ese insight que tanto pedimos a nuestros pacientes, examinar nuestras motivaciones, deseos y miedos y hasta que punto se los hacemos padecer a aquellos que cuidamos y tratamos.

Las modernas unidades con programas innovadores, los profesionales ya cronificados, los nuevos en esto, todos construimos los espacios, y no hay edificio donde no se pueda fraguar, poco a poco, un verdadero manicomio.

Por supuesto esto no estará planeado, ni mucho menos. Lo podremos identificar porque será un lugar donde prime en exclusiva el interés del profesional a costa de ese otro interés o deseo loco, enfermo, desacreditado.

En las reuniones sólo se hablará del bienestar de los profesionales, abundarán las quejas (sobretodo por falta de recursos) y, esto es muy importante, se tendrá bien claro aunque nunca de forma explícita que el loco es otra clase diferente de ser humano, tal vez recogido dentro de la socorrida categoría de los “pobres diablos” o “desafortunados” (por ser más políticamente correcto). Esto, como digo, jamás se enunciará así, precisamente porque no hará falta al darlo todos por sentado en la práctica.

Algo de lo que no habla ningún plan de salud mental es de esta lucha tan humana y tan cotidiana. Donde abundan los fracasos, las angustias, las debilidades que a base de borrarse, obviarse, soslayarse, posponerse, relegarse, postergarse, olvidarse o arrinconarse…casi se olvidan. Son caminos, como dije al principio, solitarios e inciertos, que se hacen mejor acompañados.


P.D.Aqui pongo un breve extracto de "Alicia en el pais de las maravillas", para que nos planteemos nuestra vocación:


A Alicia le pareció que esto era innegable, de forma que intentó
preguntarle algo más: "¿Qué clase de gente vive por estos parajes?".
- "Por ahí", contestó el Gato volviendo una pata hacia su
derecha, "vive un sombrerero; y por allá", continuó volviendo la otra
pata, "vive una liebre de marzo. Visita al que te plazca: ambos están igual de locos".
- "Pero es que a mí no me gusta estar entre locos", observó Alicia.
- "Eso sí que no lo puedes evitar", repuso el gato; "todos
estamos locos por aquí. Yo estoy loco; tú también lo estás".
- "Y ¿cómo sabes tú si yo estoy loca?", le preguntó Alicia.
- "Has de estarlo a la fuerza", le contestó el Gato; "de lo
contrario no habrías venido aquí".

domingo, 16 de noviembre de 2008

Sistemas abiertos, emergentes y recursividad


El paradigma conductista nos explica como las contingencias determinan las conductas respondientes, entendiendo como contingencia incluso las conductas verbales (no escapando estas de la determinación por contingencias naturales y conductas regidas por reglas), considero este un instrumento potente de conocimiento explicativo, aunque con alto riesgo de caer en la racionalización reduccionista. Al tratar al lenguaje como una conducta más que actúa sobre el mismo sujeto, no se tiene en cuenta suficientemente una característica: la recursividad, propia de los seres vivos, dando entrada, con ello, a la posibilidad de paradoja en el sistema como nos enseña el biólogo Bateson. Creo necesario explicar una noción del término “recursividad”. Éste hace alusión a la historicidad que guardan las estructuras vivas en su devenir, las fuerzas tendentes al cambio actúan sobre estructuras que a su vez se van transformando por efecto de estas mismas fuerzas. Se pone el ejemplo de una rueda de carro que en su giro avanza por el camino a base de una actividad repetitiva (el giro), la imagen geométrica que evocamos sería una espiral. Esto nos saca a los seres vivos de la “lógica de las bolas” propia de los modelos de la física newtoniana (no olvidemos que la física no es más que una magnífica fuente de metáforas, modelos explicativos para ordenarnos los datos y aventurar predicciones).

El conocimiento que obtenemos del mundo, el acto cognitivo (del latín cognoscere = conocer), no es pasivo respecto a un patrón externo. Interrogamos a la realidad en base a nuestros esquemas de adquisición de conocimiento y esta nos devuelve una respuesta que interpretamos. No sólo vemos lo que queremos ver, vemos en gran medida lo que esperamos ver. El proceso da cuenta tanto de nuestra estructura como de la realidad "externa". Mi mundo, el que habito y me afecta, es una interpretación de hechos que percibo según mi estructura perceptiva-cognoscitiva previa. Así toda vida evoluciona en su cualidad epistemológica, abriéndose a nuevos mundos en el proceso, enriqueciéndose y recreando. Digamos que el sujeto cambia las preguntas que hace a la realidad y esto modifica su mundo, de donde surgirán otras preguntas. Esta seria la esencia de una psicoterapia, no pretender modificar el mundo externo, sino cambiar la forma de interaccionar con la concepción de la realidad. Cambiamos nosotros y el mundo cambia con nuestras nuevas acciones y pensamientos (en cibernética se describiría como un cambio tipo 2). A veces hay pacientes que no encuentran respuestas porque no hacen preguntas “respondibles”, la lógica del problema que plantea es dilemática, no integradora, con respuestas limitadas que excluyen la riqueza y complejidad de las situaciones.

Resumiendo, el choque entre nuestra estructura y la realidad externa configura nuestro mundo, que es donde vivimos y, a su vez, verdaderamente se crea en el proceso de vivir. Me gusta el ejemplo del azúcar cuya cualidad de ser dulce no se haya en la estructura química de la sustancia ni en la disposición de nuestras papilas gustativas, nervios o centros neurales, sino que emerge de su encuentro e interacción, la manzana azucarada que te comes está dulce porque tú está allí para saborearla.

Esto nos dejaría como habitantes de mundos subjetivos que creamos en nuestro devenir, siendo este el proceso esencial de la vida. En cada relación que creamos con seres vivos o cosas estamos creando un nuevo mundo, que no está en una u otra parte de la relación, sino precisamente se configura en el encuentro, en el vínculo. Así estos mundos no son ni mucho menos ajenos o impermeables. Muy al contrario son dinámicos y se reestructuran continuamente en la interacción. De esta forma adquiere un papel central la comunicación, nos pone en contacto con otros mundos, remodelando nuestras fronteras y siendo esencial para la vida.

Me parece muy útil la consideración de lo que entendemos por realidad como una red de interrelaciones (tal vez, maya, como llamaron los hindúes a la red ilusoria que percibimos, o más modernamente el código “Matrix” de la película). En esta red los objetos solo tienen sentido considerados como tal a un determinado nivel de análisis, a otro pasan a mostrar su estructura como una nueva red de relaciones, sin encontrar el fin al proceso (comparar esto con la búsqueda que llevan a cabo los físicos de los constituyentes últimos e indivisibles de la materia, donde cada vez se tiene menos en cuenta el concepto de “objeto” y cada vez más el de “función”). De esta forma pasaríamos a considerar funciones (ejemplo fácil: los roles desempeñados en una familia), más que definiciones de objetos (yo soy…). Esto nos remite al concepto de identidad. ¿En virtud de qué función nos definimos? ¿Con respecto a qué sistema? ¿te defines por tus posesiones, por tu historia, por tus decisiones?

El mundo, la realidad, es acotada, diferenciada, clasificada, negociada, dentro de un determinado discurso que nos sumerge sin que nos exima de responsabilidad. ¿Cómo se define el discurso en el que se inscribe la interacción? ¿El discurso es el resultado de la interacción de los diferentes mundos subjetivos, con una orientación teleológica? Para responder en la medida de lo posible estas preguntas, creo debemos adentrarnos a abordar dos temas que creo cruciales para entender las relaciones entre los seres vivos: la organización de los sistemas y el tema del poder.

jueves, 13 de noviembre de 2008

La construcción del discurso psiquiátrico


Editorial procedente de la edición electrónica de la revista de salud mental, comunidad y cultura llamada Átopos, escrito por Manuel Desviat.

No hay una psiquiatría ateórica, por mucho que se empeñen los manuales de la American
Psychiatric Association (DSM). Como no hay un pensamiento apolítico. Ni mucho menos
ahistórico. Para conocer una teoría científica es preciso frecuentar su historia, rastrear en los orígenes de sus elementos constituyentes, en el contexto donde crecieron sus descubrimientos científicos. Es preciso conocer dónde se estancaron
o fueron reemplazados sus programas de investigación, dónde eclosionaron sus paradigmas,las rupturas epistemológicas que usara Kuhn para la matemática y la física y que se han generalizado para conceptuar la evolución de buena parte de los desarrollos científicos.
Verdades siempre provisionales, inconclusas; la razón científica, al contrario que la razón ideológica, es siempre una razón abierta. Más aún en psiquiatría y en psicología, “ciencias” de la salud mental, que están a caballo entre las ciencias
de la naturaleza y las ciencias del espíritu, la neurociencia y la narrativa. Para muchos la psiquiatría y la psicología, las ciencias de la conducta, se hallan en fase pre-paradigmática, precientífica, a causa de la dificultad para definir su
centro de atención (su objeto), su metodología, sus límites y sus relaciones recíprocas. Se trata de prácticas sociales donde la exigencia de cura o reparación del daño fuerza la actuación; la explicación vendrá luego, después la búsqueda de fundamentos a la acción. “Los médicos no tienen letras a que sujetarse –escribe a finales del siglo XVI Huarte de San Juan–, porque si Hipócrates y Galeno y los demás autores graves de esta facultad dicen y afirman una cosa, y la experiencia y la razón muestran lo contrario, no tienen obligación de seguirlos. Y es que en medicina tiene más fuerza la experiencia que la razón”. Se hace explícita una disociación que va a perdurar hasta nuestros días. Yalom, lo cuenta de otra forma: hay personas que curan, la historia de la psicoterapia está llena de gente que ha curado, que fueron efectivos, pero no por las razones que ellos supusieron.
Mas la clínica de la enfermedad mental no puede quedar reducida a una práctica, a un manual de instrucciones, por muy consensuado que este sea. Precisa de una teoría, de una psicopatología.
Una psicopatología que ha de aportar a la práctica psiquiátrica un cuerpo teórico
que le permita comprender la enfermedad mental y el alcance de su actividad diagnóstica y terapéutica; sus determinaciones múltiples: histórica, social, biológica, psicológica. Una psicopatología que como toda teoría debe tener
un objeto: el estudio de la patología mental; una finalidad: terapéutica, preventiva, rehabilitadora; y unos métodos: neuropsicofarmacológico, psicológico, biológico, social... Conocimientos y habilidades obligados a confrontarse a diario
con las características particulares de cada paciente, que conservan la validez mientras mantienen su eficacia. La clínica psiquiátrica es una praxis, y la teorización que la soporta no puede hacerse sino desde una dialéctica relación con la
práctica. Una teorización atravesada desde sus orígenes por dos preguntas fundamentales: la consideración única o múltiple de la enfermedad mental y la confrontación entre ciencias naturales o ciencias del espíritu. ¿Qué enferma el
cerebro o el alma? ¿Mente sin cerebro o cerebro sin mente? Por una lado, la unicidad o la multiplicidad de la locura, por otro, la pluralidad de registros o el reduccionismo de uno u otro tipo, y, en ambos casos, la cuestión de la clínica; de
una clínica que dé respuesta a la subjetividad malherida.
El debate sería irrelevante –nadie puede ignorar que un mismo trastorno puede ser visto desde distintos puntos de vista: bioquímico, psicodinámico, genético, patobiográfico–, si no fuera porque condiciona la política asistencial. No es un debate inocente, unas y otras posturas están ungidas de intereses, de ideas afectadas sobre la ciencia y la sociedad misma, son cómplices de un proyecto político. El pragmatismo que domina la psiquiatría desde los años noventa del pasado siglo, reduciéndola a un universo biológico desprovisto de valores, se corresponde con el predominio neoliberal, con la política insolidaria de la globalización, frente a las ideas más sociales, antropológicas y psicopatológicas de la psiquiatría que se construyó, en el horizonte del Estado de Bienestar, tras la Segunda Guerra Mundial. El pragmatismo dominante hay que dimensionarlo en un contexto sanitario global, en el que señorean las ideas privatizadoras del Banco Mundial, el mito de la competencia y el mercado interno como regulador y dinamizador del sistema sanitario, el enfermar como un asunto de responsabilidad individual, la omnipotencia terapéutica de la psicofarmacología, o el desplazamiento a la biología y la genética de fracturas éticas y sociales de la organización social.

Bibliografía.
APA. DSM-III-R Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona: Masson, 1990.
Huarte de San Juan. Examen de ingenios. Madrid:Cátedra, 1989.
Kuhn TS. La estructura de las revoluciones científicas.México DF: FCE, 1975.
Yalom ID. Teoría y práctica de la psicoterapia de grupo. México DF: Fondo de Cultura Económica,1969

domingo, 9 de noviembre de 2008

Sugerencia de lectura: "El loco impuro", para comprender cómo "los que eran dioses se han convertido en enfermedades"


Ópera prima de Roberto Calasso, El loco impuro se centra en la figura de Daniel Paul Schreber, presidente de la Corte de Apelaciones de Dresde a finales del siglo XIX, que entre 1893 y 1902 estuvo recluido en diversos hospitales psiquiátricos, entre otros en el de Sonnenstein a cargo del entonces afamado profesor Fleschig. Si bien el propio Schreber describe su delirio en sus Memorias de un enfermo de nervios (Sexto Piso, 2008), Calasso da cuenta de la historia secreta del "caso", que en realidad es la historia de un crimen que habría de producir una fisura irremediable en el Orden del Mundo: el asesinato de Dios. Schreber carga con la culpa de ese terrible acto cometido por sus antepasados, una serie de docentes y psiquiatras que, al osar tratar a Dios como "objeto de experimentos científicos", iniciaron su agonía. Más que aventurar un diagnóstico de la locura del personaje, Calasso otorga relevancia a la verdad emanada del delirio mismo, al conocimiento derivado de la incursión en nuestras mentes de las potencias que rigen el mundo. Y restituye con ello la soberanía de Dios, de los dioses que, como dijo Jung, "se han convertido en enfermedades". Y así, a partir de severas críticas a Fleschig o Freud y de reflexiones sobre la historia familiar y el delirio de Schreber, Calasso entreteje, por medio de la voz de Schreber, un certero examen de la sociedad moderna: "No puedo evitar sonreír cuando os veo a vosotros, hombres hechos fugazmente, moveros con la cabeza alta, descargados del peso de la burocracia divina. Vosotros no lo sabéis aún: el dios muerto pesa más! que el dios vivo, y más que el otro os devora".

viernes, 7 de noviembre de 2008

Hoy un buen amigo mío está atado...

...haciendo honor con su experiencia al nombre de nuestro blog: ingreso involuntario.

No hay duda está agitado, no lo dudo está parana, no me extrañaría que agrediera mucho verbalmente, si me extrañaría que agrediera físicamente. Y es que ser esquizoafectivo y fumarse 3 pavitas no se llevan muy bien.

Es poco profesional sentirse amigo de tus pacientes, es poco profesional sentir afecto por ellos, pero lo que más me subleva es que dónde se supone que por lo menos debería hacerse un buen trato, el más profesional, sea otro ambiente rechazante más.

Ponte bien CD!

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Why is a TC a TC?


Standards that define a TC

1. The whole community meets regularly

2. All community members work alongside each other on day to day tasks

3. All community members share social time together

4. All community members share meals together

5. Community members take a variety of roles and levels of responsibility

6. Informal aspects of everyday living are integral to the work of the community

7. All community members can discuss any aspects of life within the community

8. All community members regularly examine their attitudes and feelings towards each other

9. All community members share responsibility for each other

10. All community members create an emotionally safe environment for the work of the community

11. All community members participate in the process of appointment of potential new staff members

12. All community members participate in the process of deciding whether a new client member joins the community

13. The whole community is involved in the decisions about the plans for a client member when he or she leaves the community

14. There is a greater tolerance of disturbed behaviour and emotional expression than in other settings

15. Positive risk taking is seen as an essential part of the process of change

16. The therapeutic community has a clear set of boundaries, limits or rules which are understood by all members


Para más información: Foro sobre Comunidades Terapéuticas

lunes, 3 de noviembre de 2008

Reflexiones sobre la "mente humana"


Quizás la nueva concepción de la organización de los sistemas que nos trae la nueva física, la cibernética y la biología, nos ayuden a superar la manida dualidad cartesiana cuerpo-mente, ya que nos remite a la materia-forma manejada por los griegos. Nuestro cuerpo es materia, res extensa, pero dispuesta en una determinada organización (forma) que al encarnarse determina una estructura. Esta estructura somos nosotros, funciones encarnadas. No hay aquí separación entre idea platónica y sustancia, más que la que introduzcamos para explicarnos. Como ejemplo pondría un remolino en el agua, su estructura lo individualiza, muda continuamente de sustancia siendo el mismo remolino, podemos incluso ponerle nombre siendo siempre distinto y siempre el mismo. Desde este punto de vista vemos los fenómenos llamados psicológicos como multidimensionales, son acontecimientos físico-químicos a la vez que experiencias vivenciales y contingencias conductuales dependiendo del enfoque desde donde se consideren. Un ejemplo que creo puede captar el espíritu de lo expuesto podría ser la consideración de un cuadro de Velásquez, pongamos el conocido como "Las Meninas", analizar su constitución material nos aportará datos para su comprensión, así como la distribución de las pinceladas de color, los acabados y demás, emergiendo del conjunto una evocación de la mirada del pintor, Dalí posiblemente se referiría a esto cuando dijo que lo que salvaría de un incendio en el museo del Prado sería "…el aire…, concretamente el encerrado en el cuadro Las Meninas que es el de mejor calidad de todo el museo".

En este contexto colocaría lo que llamamos "mente humana" como una propiedad emergente del sistema considerándolo en su contexto, es decir, los elementos sociales y culturales, no existiría “en nosotros” sino “en la interacción”. En la historia de las relaciones vividas e introyectadas, en un proceso dinámico que se re-actualiza y modifica constantemente. La escuela psicológica soviética de Vigostky y Luria nos habla de la integración en el SNC de funciones operativas determinadas por la interacción social, según esto, la socialización y entrada del sujeto en la cultura, determinaría el modelado final principalmente del neocortex. La plasticidad neuronal organiza las unidades funcionales dadas las circunstancias materiales y los objetivos. El organismo humano se haya determinado por su estructura y ésta por la carga genética y el contexto situacional en que se desarrolla. No debemos olvidar que la plasticidad neuronal tiene también sus reglas y límites dándose determinados periodos (de imprinting según K. Lorenz) donde pueden de plasmarse determinadas funciones cuya carencia influirá poderosamente en las futuras posibilidades de relación del sujeto. ¿No existe paralelismo, y hasta que punto, entre este fenómeno de imprinting que observamos en los animales y la relación de objeto que en una primera infancia se establece dentro del núcleo familiar entre el niño y la madre?

Esta plasticidad en virtud de la influencia externa es común a todo ser viviente, contando el ser humano con la capacidad de transformar radicalmente su ambiente por medio de la tecnología, afectando esto a sus posibilidades estructurales y, por tanto, a su subjetividad y conducta. El criterio de utilidad rige en la naturaleza, y no creo que seamos una excepción.

Entonces ¿qué tipo de organización nos caracteriza? Aquí seguiría a Maturana y Valera que nos hablan del tipo de organización característica de los seres vivos: la autopoyesis (concepto prestado de Aristóteles). Un sistema que se autoorganiza y define sus propios límites. Los sistemas vivos son sistemas abiertos (no se cumple en ellos la 2ª ley de la termodinámica que predice el aumento de entropía en sistemas cerrados) que se desarrollan en un estado alejado del equilibrio pero estable. Para lograr esto necesitan un flujo continuo de materia y energía a través suyo. Una propiedad fundamental es que en su desarrollo pueden llegar a nuevos niveles de autoorganización a través de crisis que se resuelven según la estructura previa del sujeto.

Tenemos, pues, un emergente, aquello que somos en un contexto, y con una historia que también ayudamos a construir. Pero entra en escena un plano esencial por la profundidad y el sentido que aporta: la noción teleológica. Un “ir hacia” que da sentido a lo comentado, una función a cumplir, a la que tender. Todos los sistemas se generan en torno a una finalidad. Es la finalidad lo que hace que diferentes sujetos se estructuren formando un sistema. Al sustituir nuestro lenguaje de sustantivos (objetos), por predicados (funciones), las proposiciones piden una dirección, una meta, un sentido. En el abordaje de estas cuestiones entra en juego el concepto de identidad. Qué soy para mí lleva aparejado un sentido de mis fines y valores (o tal vez sólo un sentido “estético” de estos). Las relaciones con nosotros mismos y con el resto del sistema estructuran nuestra identidad. Habría tantas “identidades” como sistemas a los que un sujeto pertenece. Seria como una cara de un dado, que nos enseña algo del dado, pero no vemos al dado mismo. Facetas que aparecen según los contextos y nuestra estructura, que a su vez se construye de forma plástica en nuestra historia de relaciones, no como las vivieron los otros, o alguien “asépticamente” quiera rememorar, sino como la vivimos nosotros. Nuestras vivencias, el núcleo de lo que somos.

Entran aquí en juego los mecanismos que nos construyen a lo largo de nuestra historia. Nacemos muchos más inmaduros que el resto de los animales, maduramos, como ya reseñé más arriba, en la interacción con nuestros semejantes (englobados forman un clima afectivo, cumplen una funciones y se desenvuelven en una realidad material desde un pasado histórico y proyectado hacia un futuro). Nuestros instintos, nuestras necesidades biológicas, se ven inmersas en un medio tan real como el más palpable, el de los símbolos y los afectos. Vamos así construyéndonos, posicionándonos en discursos que nos sumergen (el de nuestros padres, nuestra cultura, el poder,…). En esto va surgiendo nuestro deseo, no ya ensamblado a su fin, como por ejemplo el de comer o dormir, sino extraviado, desorientado, anhelante. El deseo surge de nosotros, nos arrastra con fuerza innegociable, hacia no sabemos qué. Así preguntamos por el sentido de la vida, con ingenuidad, como si nos sirviera el encontrado por otro, aquello que aplacará nuestro deseo, fruto de la sensación de separación, de falta de plenitud. Esta sensación de falta de plenitud está ampliamente documentada a través de los relatos míticos de todos los tiempos, se hace referencia a un “paraíso perdido” al que retornar. El neurofisiólogo Fco. J. Rubia (catedrático fisiología universidad complutense) trata de explicar este relato mítico universal como una forma del ser humano de explicarse su propia evolución neural con el acceso al lenguaje, el pensamiento dialéctico-analítico y la pérdida de la plenitud, el pensamiento holístico y la sensación de unión al mundo natural. Al comer del “árbol de la ciencia del bien y del mal”, se accede a la libertad como facultad humana fuente primaria de la ansiedad. El ser humano conquista la capacidad de abstracción, de separarse del flujo constante de percepciones, planear, jugar con las representaciones, imaginar y perderse.

De esto nos hablaron durante siglos los que intentaron internarse con valor en las inconsistencias de la existencia humana, pues paradójicamente revelar lo alienado, lo debil, lo vulnerable del ser humano a la vez muestra lo digno, lo creativo y la grandeza que todos albergamos.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Comunidad Terapéutica en Andalucía

Un equipo de Canal Sur ha visitado una comunidad terapéutica en Sevilla, donde cerca de 70 pacientes reciben tratamiento médico y ocupacional, buscando la reintegración social. Ante estas "Comunidades" me asaltan preguntas: ¿Es este entorno adecuado para sus fines terapéuticos?, en mi opìnión en el mejor de los casos pueden ser una oportunidad para comenzar una mejoría y en el peor un Centro de Media Estancia para los tristemente conocido como "crónicos".